Prevenir y controlar las enfermedades de los cultivos

Prevenir y controlar las enfermedades de los cultivos

Hoy en día, los expertos, partidarios y no partidarios de la técnica del cultivo natural, coinciden y están absolutamente de acuerdo en una cosa: en la conveniencia de no exterminar los parásitos totalmente y a cualquier precio, sino que es preferible combatirlos únicamente cuando los daños que originen en los cultivos sean bastante graves. 

Esto se justifica por la necesidad de no romper el equilibrio de un sistema en el centro del cual se encuentran las plantas cultivadas y que es el resultado de muchos factores interdependientes (clima, tipo de suelo, técnica de cultivo, resistencia genética, etc.). 

Tomando como base estas teorías, la tendencia actual es la denominada lucha integrada, que consiste en la aplicación combinada de todos los medios de los que se dispone para prevenir y controlar las enfermedades parasitarias, con objeto de no tener que recurrir al empleo de pesticidas más que en casos extremos. 

En este aspecto, como se puede ver según lo aquí expuesto, existe una línea de clara convergencia entre técnica tradicional y técnica natural

Veamos algunas reglas de prevención y control de los cultivos. 

1. Aplicar técnicas de cultivo adecuadas que permitan reforzar las defensas naturales de las plantas

2. Dar preferencia a las especies más rústicas; actualmente, podemos encontrar una variedad, la de cultivar (del inglés ciiltivated wmety, que significa variedad de una planta cultivada), que es el resultado de una selección dirigida a potenciar la resistencia a enfermedades específicas

3. Abandonar los métodos de cultivo intensivo, basados en el monocultivo, que son los principales responsables del ataque masivo por parte de parásitos específicos. 

4. Recuperación de técnicas como la rotación o la compatibilidad en la horticultura y en el cultivo mixto con árboles frutales, para recrear un hábitat variado en donde cada organismo está controlado por su propio antagonista. 

5. Adquisición de semillas garantizadas, carentes de enfermedades transmisibles ya sea por el simple contacto con el tegumento infectado como por la acción de parásitos y virus que se encuentren en su interior.

6. Controlar que las plantas, los bulbos y los tubérculos estén enteros, sin manchas y sin ningún tipo de alteración. 

7. Eliminar, vigilando a diario el huerto, las hojas manchadas, dobladas o amarillentas, cuando no se está seguro de que el daño haya sido causado por la lluvia, el granizo, la sequía, etc.; las partes sospechosas deberán quemarse. 

8. Los restos de las hortalizas no deben dejarse en el suelo, en donde se marchitan y enmohecen, sino que se destinarán a la preparación del compost. 

9. El estiércol y el compost no fermentados o que han experimentado una fermentación anómala, es decir, que no están pasteurizados por no haber alcanzado la temperatura suficiente, pueden originar mohos, hongos, bacterias, virus y larvas de todo tipo; en definitiva, pueden crear las condiciones favorables para la aparición de otros parásitos. 

10. Aunque una buena cobertura de la tierra constituye una de las bases del cultivo natural, se tiene que asegurar el espacio, la luz y los nutrientes a las plantas desde los primeros días, así como a los árboles frutales, evitando forzar su crecimiento con abono y agua excesivos. 

11. Durante las operaciones de laboreo procuraremos no dañar raíces, tallos y hojas, para no abrir camino a los parásitos. 

12. En caso de invasiones criptogámicas es preferible no mojar las hojas de las plantas. 

13. Las operaciones de poda y desmoche deberán realizarse con tiempo seco. 

14. Los insectos y las larvas de dimensiones más bien grandes pueden recogerse a mano, o bien sacudiendo las plantas y haciéndolos caer sobre una lona. 

15. Las mariposas nocturnas, de las cuales son larvas la mayoría de los gusanos nocivos para las hortalizas, se atraen con lámparas diseñadas a tal efecto, para evitar que pongan huevos. 

16. A las tijeretas durante el día les gusta refugiarse en botes llenos de papel o de paja, ya que huyen de la luz; hay que destruirlas antes de que anochezca. 

17. Los pulgones se aplastan con los dedos, o se eliminan las primeras colonias podando las plantas. 

18. Las hormigas no son dañinas directamente, pero contribuyen a la difusión de los pulgones, de cuya secreción azucarada se nutren; invaden masivamente los huertos y los vergeles, y descomponen el suelo y atacan a las plantas jóvenes. Se combaten vertiendo agua hirviendo, después de haber separado un poco la tierra alrededor de los hormigueros. 

19. Las babosas y los caracoles se retiran fácilmente cuando acuden al huerto después de regar; también se pueden atraer poniendo en su camino, marcado por una traza brillante, montoncitos de salvado humedecido protegidos con un tiesto boca abajo; cada mañana se recuperan los moluscos, antes de que regresen a sus refugios para protegerse del sol. 

20. Los grillos cebolleros son útiles porque se nutren de larvas, pero, cuando son demasiado numerosos, provocan graves daños en las raíces; para acabar con ellos hay que descubrir su nido y verter aceite hirviendo. 

21. Los roedores, ratones y topos, en algunas zonas, se han convertido en una auténtica plaga, a causa del descenso de la población de sus enemigos naturales: rapaces diurnas y nocturnas, zorros, comadrejas, garduñas, etc.; los ratones causan estragos en raíces, bulbos, tubérculos y simientes, mientras que los topos son insectívoros y, por tanto, teóricamente útiles; el mayor perjuicio es que ambos excavan galerías y cortan todo lo que encuentran en su camino. 

Una forma eficaz y carente de riesgos de ahuyentarlos consiste en introducir bolitas de alcanfor en los agujeros de entrada de las galerías (que se localizan fácilmente) y taparlos con tierra bien compacta: los vapores emanados no son del agrado de estos animales, y suelen huir rápidamente de la zona.

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