Cómo proteger el suelo de forma natural

Cómo proteger el suelo de forma natural

El acolchado consiste en cubrir la superficie del suelo con diversos materiales. Es una práctica empleada en agricultura desde hace tiempo, con múltiples objetivos: 

  • Mantener la humedad necesaria, conteniendo la evaporación; 
  • Acumular y retener el calor; 
  • Proteger las raíces de las oscilaciones térmicas; 
  • Evitar que la superficie se vuelva compacta y se agriete, a causa de las tormentas y por la escorrentía de las aguas; 
  • Impedir el crecimiento de las malas hierbas, que quitan luz a las plantas. 

Veamos seguidamente las normas referentes al acolchado: 

1. En la técnica del cultivo natural se excluyen las lonas de plástico negro, aunque sean biodegradables, no porque sean artificiales, sino porque su colocación impide el aporte de material orgánico, que constituye la esencia de la propia técnica y que debe renovarse constantemente. 

2. El material orgánico tiene que disponerse formando un estrato de poco espesor, de 5-10 cm como máximo; en caso contrario, una parte considerable puede permanecer durante mucho tiempo sin descomponerse, lo que produciría nidos de insectos, larvas y caracoles. 

3. La velocidad de descomposición depende, además de la temperatura y la humedad, de la calidad del material; los detritos de gran tamaño, ricos en celulosa lignificada (tallos de maíz, virutas, serrín, por ejemplo), necesitan mucho más tiempo para descomponerse que los acuosos y tiernos (hojas, residuos del huerto, restos de la siega, por ejemplo). 

4. El acolchado se puede efectuar en cualquier periodo del año, con el terreno cultivado o sin labrar, después de ararlo o después de la cosecha, en otoño (para proteger las raíces del frío) o en verano (para protegerlas también del calor).

Cultivo, cubierto con residuos vegetales

5. Los residuos vegetales, sustancias ricas en celulosa, se descomponen en el suelo con la intervención del nitrógeno.

Este elemento es el que la microflora utiliza para multiplicarse. 

6. Durante las estaciones de otoño-invierno se puede disponer material sin descomponer, incluso grueso o fresco, dado que las plantas, al no tener las condiciones necesarias de luz y de temperatura, no necesitan el nitrógeno para la vegetación (esto es válido sobre todo en el caso de los árboles frutales). 

7. En los periodos en que la necesidad de nitrógeno es elevada desde la siembra hasta el trasplante, en todo el periodo de actividad vegetativa, y en la reanudación de esta última en los árboles, se emplean materiales descompuestos, o bien se añaden productos que aporten el nitrógeno necesario (harina de sangre, estiércol y compuestos bien fermentados, etc.), o preparados específicos que activan la fermentación. 

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8. Los materiales empleados para el acolchado tienen que ser sanos, para no difundir enfermedades; la turba es un material estéril pero, pese a tener un proceso de descomposición bastante lento, su empleo masivo y continuado puede provocar un cambio indeseado en el pH, de manera que eleva su acidez. 

Además, al permanecer mucho tiempo inerte, no atrae la microflora hasta que no se ha mezclado totalmente con la tierra. 

9. Al finalizar el invierno, los materiales sin descomponer se entierran junto con el abono orgánico rico en nitrógeno, o bien se utilizan para el compost. Las ventajas que se obtienen del acolchado constante del suelo son tantas que las repercusiones de la sustracción temporal de nitrógeno quedan en un segundo plano. 

En efecto, antes o después la microflora que se encuentra siempre en la tierra, aunque en cantidades exiguas, sube al estrato acolchado, atraída por la presencia de material nutritivo, y su misión entonces consiste en degradarlo. 

Merece la pena dejar el terreno inactivo durante una o dos temporadas para mejorar definitivamente el estrato cultivable. 

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